Como
siempre lo hacia se había quedado en el trabajo horas extras, no por que no
necesitaba el dinero, sino más bien por
no llegar a aquel apartamento vacío que le decía “hogar”. Siempre era la misma
rutina, trabajar hasta muy entrada la noche y luego irse a su apartamento a
tratar de buscar un sueño que nunca encontraba porque esos recuerdos lo
perturbaban de tal manera que su vida desde ese día se volvió un infierno
personal.
Las cosas iban
tan bien, siempre fue una persona normal, más bien nula para la sociedad. Todo
era cuestión de estar en el momento equivocado en el peor lugar posible. ¿Qué
le había hecho él a la vida para que eso le sucediera?, era la pregunta que
siempre se hacia, noche tras noche, hora tras hora y lo único que le permitía
salirse de ese infierno llamado recuerdos era su pasión desde que tenia uso de
razón, por eso estudio tantos años y con tantos sacrificios que al final
valieron la pena. Justo cuando estaba a punto de caer en el letargo somnoliento
en el cual no se sabe si se esta despierto o dormido, donde ángeles y demonios
bailan alrededor de los sueños y se juntan para que lo irreal se funda con lo
real, volvían esas imágenes que hasta el ser más fuerte del mundo harían
llorar.
Se levanto de
la cama lentamente y con suavidad, para que los músculos adoloridos y dañados
por el exceso de trabajo y falta de sueño no hicieran una de las suyas, fue al
baño lavo su cara, contemplo la imagen que reflejaba el espejo y se dio cuenta
que esa imagen no era su rostro, era un desconocido en el espejo, solo una vaga
sombra de lo que alguna vez fue cuando era un ser humano, pero eso era parte
del ciclo de la vida, cambiar de una u otra manera para bien o mal según las
experiencias que te da la vida y como las interpretes.
Aun su mente
no asociaba lo que puede cambiar un ser humano con una simple decisión y lo
pesado de las consecuencias de los actos cometidos, así que luego de un baño
rápido salio de su casa nuevamente a su oficina, el único lugar donde lograba
despejar la mente por un par de horas, pero sabia que su vida aunque
materialmente no se había extinguido hace tiempo que su espíritu y alma se
fueron a un lugar que desconocía.
Este día fue
uno como otros, caminar quince cuadras atribulas y llenas de gente que no saben
por qué camina como robots si tiene cosas tan bellas a su alrededor y que no
ven porque su codicia y falta de libertad de espíritu no se los permite.
Comerse una comida insípida e insabora que simplemente le sirve de combustible
al cuerpo para seguir en pie hasta que lo que resta de su cuerpo se evapore en
el universo, porque su valor es tan pequeño que no puede quitarse la vida.
No sube por el
ascensor porque, aun cuando son 10 pisos de escaleras piensa que el estar
encerrado en su mente y en su dolor son suficientes. Con un aspecto sombrío y
huraño con el cual decidió alejar a cualquier ser que desee acercarse a él por
cualquier razón que no sea trabajo. Él, se asilo del mundo de una manera tan
particular que la gente lo tildo de loco y él se preguntaba. ¿Quién en realidad
es el loco, el que no ve lo que dice la mayoría o él que sigue un dogma establecido
por parámetros de hipocresía y vanidad; donde vales tanto como tienes y eres
simplemente un reflejo de lo que unos pocos hacen de ti?.
Siguió el
camino andado anteriormente de regreso a su apartamento y al entrar, sintió que
se le quemaban las entrañas por un fuego que provenía de su conciencia y de su
memoria, justo allí donde están alojados
eso recuerdos que te lastiman y que no puedes cerrarlos ni callarlos de ninguna
forma, puesto que si bien son parte de ti, es justamente esa parte la que más detestas.
Es la
sensación más rara del mundo, el dolor que proviene de la conciencia humana, es
tan doloroso, pero a la vez es tan sutil que no sabes como detenerlo. Tiene la
fuerza de un tren, pero es como la suave brisa que sopla en verano. Así se
siente un alma adolorida y atormentada por los recuerdos.
Esa imagen que
no lo dejaba dormir, ese sueño recurrente y que lo quema a cada segundo, que le
hizo perder sus esperanzas y fuerzas de vida no es más que lo que vio cinco
minutos después de haber ordenado a un doctor que matara a su hijo neonato de
un mes, por que su situación económica no le permitió tenerlo.
El que lee
esto se preguntara como se tan bien lo que se siente el dolor de la conciencia,
pues por que todos los días camino quince cuadras a mi trabajo.

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